En los últimos 30 años, los cambios introducidos en la visualización de la actividad cerebral por medio de la resonancia magnética funcional y la tomografía por emisión de positrones, ha permitido, como nunca antes en la historia de la humanidad, entender el origen de los procesos mentales que antes eran solo posibles de estudiar por sus manifestaciones externas, procesos que dieron origen a disciplinas llamadas filosofía, psicología, inteligencia artificial o lingüística.
El ámbito médico ha permitido la paradoja de una imagen mas acá de la barrera de mi propia piel, pero igualmente distante, inalcanzable y angustiosa.
La ob-scena extensión que permite llevar a la imagen lo mas acá de mi propia corporalidad pero una imagen igualmente reservada al “especialista”.
La devolución de la imagen del cuerpo-recorrido, atravesado por la resonancia magnética, pero no generadora de imágenes reconocibles del cuerpo fragmentado por el conocimiento informático, es decir simbólico, da cuenta tanto de la persistencia de la visión como de la persistencia de la imposibilidad de abarcar la totalidad del mundo percibido por medio de esa misma visión.
Desde los años 60, la ciencia cognitiva ha generado tres modelos diferentes y sucesivos que aumentan en complejidad.
En un primer momento se imaginó a la mente como un sistema serial, donde cada instrucción se ejecuta en orden, modelo claramente estructuralista.
En un segundo momento se planteo la posibilidad de un cerebro de funcionamiento paralelo, donde las ejecuciones simultaneas de tareas son realizadas por módulos con tarea definidas. Modelo aun estructuralista pero acercándose a una fenomenología.
Por ultimo el modelo conexionista, donde cada estructura no solo está conectada con otras, sino que su misma esencia física es modificada por el contacto con el ambiente. Este modelo no solo permite entender el aprendizaje y la plasticidad neuronal, sino extrapolar a la mente mas allá del cerebro, incluyendo el cuerpo completo e incluso la sociedad y los individuos que la conforman.
Del mismo que las nuevas tecnologías han determinado la forma de ver el cerebro, también han inquietado fuertemente a los artistas -los neurobiólogos mas antiguos- si consideramos que desde tiempos de Da Vinci se sabia que el arte era “cosa mentale” y que la mayoría de las experimentaciones del arte contemporáneo son a su vez excelentes experimentos perceptivos útiles en la psicología experimental (recordemos que los artistas y los psicólogos tenemos referentes comunes, Piaget, Lacan, Foucault, etc)
Por supuesto, en el fenómeno de la vision no es el ojo el que “ve”. Es una cantidad de interconexiones donde los impulsos recibidos en los ojos activan zonas diferentes del cerebro, es así que se activa la corteza visual primaria en el área occipital, dentro de la cual a su vez hay zonas que se activan ante la forma, el color y el movimiento por separado. A su vez, áreas de la corteza parietal ubican los visto en el espacio y las áreas de la corteza temporal definen el nombre de lo que se ve.
Todo esto finalmente (o simultáneamente) activa la corteza prefrontal, lo que llamamos “conciente”.
Sin embargo, los datos recogidos desde el exterior son muy pocos (al rededor de 20%) todos los demás son datos aportados por el mismo cerebro completando la información faltante con la experiencia.
Sin duda es Semir Zeki, mas que Ramachadran, quien ha sentado las bases de una estética con base neuronal.
En efecto, los trabajos de Zeki identificando la función de la corteza visual IV y V, en la detección de movimiento y color tienen un correlato equivalente en el impresionismo y en el arte cinético. Y sus experimentos para identificar colores con diferentes frecuencias luminicas recuerdan los trabajos de Mondrian (físicos, artistas y neurólogos sabemos que el color no existe)
La metodologia utilizada en los experimentos de la neuroestetica coincide en medir la actividad cerebral mientras se muestran al sujeto fotografias de pinturas en un computador, es decir la doble y triple mediatizacion de un soporte artistico, en donde se restan tanto las capas de realidad como la apertura propia del lenguaje pictorico.
Por otro lado, el arte medial ofrece estrategias de disolución y ubicuidad de la obra que si bien estaban contenidas en potencia en las manifestaciones artísticas anteriores al siglo XX, posibilitan tanto aislar fenómenos perceptivos como conectar diferentes medios expresivos en un solo vehiculo.
Asi por ejemplo el arte sonoro, cinético, interactivo y lumínico, posibilitan la interconexion entre las mutilaciones tecnológicas y la activacion de los espacios por medio de la experiencia del espectador, estos fenomenos se dan en la mente, como ya escribio Virilio, el lugar donde existe el cine o el video es el cerebro, ya que fuera de el solo existe una sucesion luminosa de puntos o lineas.
En la neuroestética, al igual que en el desnudo bajando la escalera de Duchamp, se propone la posibilidad de la multiplicacion de los puntos de vista en una superficie bidimensional, el instante de lectura de la imagen da cuenta de una temporalidad mayor a la propia del soporte, dismunuyendo la inhabitabilidad de la imagen en la reduccion de la distancia informacional de los actos intencionales.
El cuerpo ahora disuelto en la extensión ha llegado a ser reemplazado por su imagen, y la proliferación de dispositivos digitales ha permitido que las múltiples encarnaciones simultaneas, que se muestran en las pantallas parpadeantes, se vuelva pura información luminosa, un pixel de la trama social activando una neurona especifica a la luz de una secuencia de patrones definidas por el experimento.
En el arte medial, la descomposicion de la imagen, devenida en puntos dinámicos o fragmentos sonoros incapaces de reconstituir al referente original sin ser guiados por una secuencia ordenadora, e incapaces de autoorganizarse en nuevas estructura aleatorias. Se remite a su vez a la neurona, celula de memoria, pixel vital del cuerpo, una vez mas fragmentado. No esta vez en saberes dispersos y cartesianos que lo convierten en capas de lecturas especializada donde comparezcan saberes especificos rigurosamente inconexos. Sino como unificador de la materia vital.
De este modo se hace visible la doble paradoja del cuerpo, fragmentado por agentes descomponedores biologicos o electrónicos, que se unifica en la permencia, tanto de los elementos contituyentes vitales devueltos a la naturaleza como en los registros de imagen devueltos a la artificialidad.
El nuevo pixel es esteril y su materia es la particula electrica, por el contrario el antiguo pixel es biológico, mueve la energia vital desde el cuerpo hacia la tierra, reconecta el cuerpo alimento y lo proyecta en el cuerpo-recorrido.
La unica red donde el fragmento del cuerpo es irreconocible es en la misma unicidad de los vitalismos, la dispersion de la energia irreversible, en procesos donde el tiempo de propagacion es tambien el tiempo de creacion de estructuras: la muerte. La que a su vez es vencida por la memoria.
La neuroestetica aparece entonces, como en la paradoja del gato muerto de Schroedinger, como una observacion mediatizada de un funcionalismo, que al igual que en el arte medial, la incorporacion del observador al sistema altera los resultados. Ya que finalmente, tanto en uno como otro el observador se vuelve el objeto observado.
Marcelo Arce Fonollá 2016